Tal vez escuchamos varias veces esta palabra, pero no siempre tenemos claro de qué se trata.
Seguramente estemos de acuerdo en que una parte de nuestros pensamientos, emociones, imaginación e instintos no surgen por nuestra voluntad, y que muchas veces hasta van en contra de lo que queríamos sentir, pensar, decir o hacer. De modo que autoconocernos significa; por un lado, entender el orígen de estos pensamientos, sentimientos, etc. y dejar de sufrirlos, por el otro, simplemente modificar conductas que ya no queremos tener más.
Ahora bien, con respecto a la concentración, la intuición, la inspiración, la creatividad, ¿qué opinan? ¿Realmente existe la posibilidad de enseñar esas facultades? ¿O será que eso llega de otra forma?
En principio, algunas de estas “virtudes” se pueden ejercitar a través de prácticas específicas (algunas de las cuales pueden encontrar en este blog). Sin embargo, desarrollar estas facultades depende fundamentalmente de que aprendamos a prestarnos atención a nosotros mismos conociendo nuestros verdaderos anhelos, nuestra vocación y aquello que nos genera un verdadero disfrute interno, a nivel prácticamente espiritual.
Desde la antigüedad, los sabios de diferentes culturas nos hablan sobre la importancia de conocernos a nosotros mismos. (ver más en “qué es conocerse a sí mismo?”)
Esto implica reconocer todo lo que sucede y deja de suceder en nuestro interior: pensamientos, emociones, instintos, acciones, etc., con el objetivo de poder actuar y vivir de acuerdo a nuestra forma de comprender el mundo. Es decir, no dejarnos engañar por equivocaciones, opiniones, creencias que podemos estar arrastrando dentro de nosotros mismos. Esto se traduce, a fin de cuentas, en ser más conscientes.
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